Iconoclasta
15 de agosto de 2022
Recientemente una conocida escribió un artículo y me dieron ganas de escribir, qué cosas. Si bien considero que escribir ayuda a ordenar mis pensamientos al tener que forzarme a plasmarlos en palabras, no es algo que haga habitualmente; y ya ha pasado medio año desde la última vez. Ahora bien, ¿sobre qué escribir? Mientras le daba vueltas a una temática con la que estrenar esta apresurada adaptación que hice a blog de mi web, al final he decidido escribir sobre un concepto que representa un poco de mí, de lo que creo que sienta una de mis bases, pues esto no deja de ser un blog relativamente homónimo. Iconoclasta. Destructor de imágenes. Si bien su origen se remonta al siglo VIII debido a cuestiones religiosas, el DLE también lo define hoy día como aquel «que niega y rechaza la autoridad de maestros, normas y modelos» y es de lo que trataré aquí. La persona que, sin respetar prejuicios o tradiciones, desbarata principios e instituciones que antes se tenían por sagradas e intocables; es otra de las definiciones que rondan por ahí, y que me gusta más. Y es que si una única palabra pudiera englobar la manera de ser, de cómo es una persona, esta sería mi propia elección. Pienso que otros trocitos de mí (asertivo, apartidario, asocial, ateo...) y conductas (tratar de no prejuzgar, no dar importancia a monumentos...) forman un cómputo perfecto de iconoclasia. Algunos lo relacionan con la anarquía, algo que personalmente no comparto. Pienso que un iconoclasta en definitiva lo que busca es nivelar toda relación humana: no que no existan instituciones, sino que quienes se hallan en ellas no se crean superiores; no que no existan figuras de autoridad, sino que quienes las ostenten no se crean intocables. Romper la burbuja de superioridad en la que se halle inmerso alguien no solo es algo tremendamente divertido, me parece desde luego un acto necesario. Obligatorio. Inevitable. Una ayuda desinteresada en pos de su propia competencia, de su propio desarrollo, pues la idea que lleva consigo dista mucho de la realidad. Es decir, volver a poner a alguien en el suelo al que pertenece y el cual comparte con el resto de su especie animal. Un acto de bondad. La cuestión es, ¿funciona? Sin duda. El mero hecho de confrontar esa posición de superioridad ya desencadena una reacción en la inexpugnable burbuja que crea tener el iluso. La arrogancia y la desfachatez propias de cualquier deleznable desbaratadas, ¿existe mayor deleite? Eso sí, tampoco hay que sacrificarse, es decir, en última instancia dependerá de ellos reflexionar sobre sus actos y en numerosas ocasiones no estarán por la labor, siquiera, de pensar en ello. De la misma forma que no hay que esforzarse en quienes no se dejan ayudar, tampoco hay que hacerlo en quienes quieren aferrarse a su burbuja ficticia. Más piedras tendrán a la larga en el camino, estoy seguro. Pobrecitos, por otra parte, aquellos que cuenten con aires de superioridad y grandeza sin tener objetivamente ni de lo uno ni de lo otro, algo que en política juvenil se ve con no poca frecuencia. A estos solo se les puede tener ternura. De todas formas la política es una burbuja en sí misma en la que todos se apoyan entre sí -los del mismo bando, claro- para crear ese efecto más de cofradía que de partido. Otro tema del que podría hablar más adelante, política que ha perdido el rumbo de lo que verdaderamente importa, de a quienes debe servir realmente, y que no es más que el interés económico de la mayoría de los que la desempeñan. De la grandísima mayoría.