Blog de Joseahfer

Verborrea II

28 de agosto de 2022

Escribir sin parar durante 30 minutos no estuvo mal, así que me ha vuelto a apetecer. Podría acostumbrarme. Claramente no será el caso. Si bien estaría escribir un rato cada día, no dejo de ser una persona terriblemente perezosa que prefiere mantener todos los pensamientos en su cabeza, sin un esfuerzo más mecánico como podría ser el de teclear. Como muy bien apuntó Andrzej Sapkowski acerca de su participación en la serie de The Witcher: «No mucha, a petición propia. No me gusta trabajar demasiado ni demasiado tiempo. Dicho sea de paso, no me gusta trabajar en absoluto». Claramente, mi espíritu animal. Un grande. Se me está jodiendo el móvil, la batería se está drenando por algún motivo que he terminado achacando a las múltiples caídas que ha recibido a lo largo de estos años. Tres añitos cumpliría en enero. Un Redmi Note 8T que, si bien nunca me ha encantado del todo, tenía buen precio y necesitaba un cambio de móvil tras la fatídica muerte de mi Samsung Galaxy S7 -se me cayó en la sopa- que lo dio todo durante sus 3 años, 2 meses y 9 días de servicio. Si bien he remediado algo el tema de la batería trasteando con el kernel, claramente el móvil está muriendo. Ha comenzado el tedioso y largo proceso de buscar al siguiente candidato. En un mundo ideal, tendría una buena cámara, 6000 mAh de batería y ranura para MicroSD; pero eso se ve que no se estila, así que en algún lado hay que ceder. Como todo en la vida. El plan actual es tratar de estirar este móvil hasta octubre, cuando presumiblemente saldrá a la venta el Google Pixel 7, que para mi sorpresa me parece precioso. Los móviles hoy día me parecen terriblemente feos, completamente antiestéticos. ¿La cámara del S21, la del S22? ¿A alguien le gustan? Menos mal que hacen excelentes fotos, se libran por eso. Y mejor no hablar de los esperpentos de Xiaomi, porque esas sí que a veces no hacen tan excelentes fotos. Quedan 15 minutos y ya me está dando pereza escribir, si es que claramente esto no se convertirá en un hábito. No sin un esfuerzo que claramente no habrá por mi parte. No ahora. Y quizá nunca. Siempre me mata la ejecución, por mucho que piense en algo, actuar cuesta más. Me estoy viendo Juego de Tronos. Está bien. Es más corta de lo que pensaba, si bien episodios de una hora se me hacen eternos al ver mayoritariamente episodios de anime que no sobrepasan los 20 minutos. Me sorprende, eso sí, que haya gustado tanto a la gente que la vio conforme iban saliendo las temporadas y episodios: la estoy viendo del tirón y a veces cuesta seguir quién es quién o quién hizo qué, o quién coño es ese personaje que ya había visto y ahora no encuadro en la historia. No acostumbro a ver series de actores. Ese tiempo se lo dedico al anime, donde ya he visto más de 270 días de anime, es decir, he dedicado 9 meses de mi vida a la reproducción de esa animación japonesa que tanto me gusta. No distará mucho de lo que alguien normal ve, pero mientras que la gente ve diversas series y no pocas películas, yo todo lo que veo es prácticamente anime. Hablaba antes de lo olvidado que está el dolor en Europa, en el primer mundo, y lo ejemplifiqué con una pieza de LEGO. Ya de por sí, eso se asocia a la infancia y por tanto habla de infancias con juguetes, capitalismo, primer mundo. ¿Dónde está el dolor en todo esto? En pisar una de esas malditas piezas cuando ibas descalzo por ahí y dejabas todo tirado en el suelo. De los mayores umbrales de dolor a los que se enfrentarán la mayoría de los críos. Desde luego nunca he sido un gran practicante de las tradiciones, pero el tema de los toros es fascinante. Desde luego nos recuerda que seguimos manteniendo cuestiones tan inútiles del medievo como la monarquía. ¿A quién le interesa ver a un bicho correr por ahí hasta que se desangra vivo? Estoy seguro que hay deportes mucho más frenéticos a los que no se les presta tanta atención. Como el ajedrez. Hasta una partida de ajedrez es más llevadera que el soborno taurino. Y pocos Premios Darwin nos tocan en este país para el número de imbéciles que decide correr delante de esas fieras.